El humo del cigarro

12.08.2019

Una tarde de verano, con las persianas bajadas lo suficiente como para dejar entrar esos pequeños haces de luz, ella observaba el humo blanquecino del cigarro evaporarse en la habitación.

Pensativa, abstraída en un mundo que no era real. Se encontraba a si misma imaginando otra vida, otras decisiones que nada tenían que ver con la realidad que la acompañaba cada mañana al levantarse.

Un mal trabajo al que acudía cada tarde con las mismas ganas que un barco navega en seco. dejaba en casa unas plantas que nunca crecían, moribundas en una tierra seca y dura y una taza sucia de un café soluble que nunca terminaba.

Un piso sin vida ni color, pequeño hasta el agobio, aunque suficiente para ella. Ni una pareja, ni un perro o un gato que le hiciera compañía. A lo sumo alguna araña que se cuela por la ventana en el buen tiempo y allí se quedaba hasta que decidía irse también.

Sin teléfono fijo, sin lámparas más que las bombillas colgando de un cable pelado del techo y el único sonido de un grifo goteando hora tras hora. No se habia molestado en poner cortinas ni en pintar las manchas de humedad. 

Así pasaba los días, los minutos y las hojas del calendario. Observando el humo del cigarro.

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